El Campo, mi paraíso
Prácticamente nací allí. Hay varias fotos de cuando mis tías me bañaban con extremo cuidado cuando apenas tenía yo días de haber llegado al mundo. En la cocina tan amplia, tan cuidadosamente arreglada pero a la vez con un aspecto humilde de una casa de campo que era de mi ya fallecida abuela solían bañarme; todos estaban maravillados conmigo; pues era la primera nieta, la favorita, la bebé. Después de varios meses de discusión entre mis padres lo decidieron sin mi consentimiento, se mudarían a Nogales por petición de mi Papá. Yo era una pequeña apenas, pero se quedó grabado en mi subconsciente el peculiar olor a la casa de mi abuela en Obregón y sin saberlo extrañaba aquél lugar sin todavía conocerlo conscientemente.
Contaba entonces con cuatro o cinco años de vida cuando regresé a la casa de mi abuela, recuerdo cuando llegué a la estación camionera central de Obregón, pero que emocionada estaba! Era un nuevo lugar, todo era tan diferente de Nogales y en cuanto di mis primeros pasos en terreno desconocido empezo a gotear sudor de mi frente. El calor era infernal. Seguía gritando y corriendo agitando mi vestido blanco y mis sandalias del mismo color mientras Mamá bajaba las maletas junto con Papá. Eran las vacaciones de su trabajo y veníamos a pasarlas con nuestros familiares de Obregón. Después de subirnos de camión a camión nos subimos a uno en particular; era muy extraño de un color café mezclado con rojizo oxidado muy viejo con algunas partes brillantes y con un aura a misterio. No tenía miedo, me maravillaba pasear en lugares nuevos y preguntar hasta lo que no se debiera; De repente pasamos por lo que sería actualmente uno de mis recuerdos más hermosos, una imagen que jamás podré descartar de mi mente. Junto a unos sauces verdes en el centro de la ciudad se encontraba una laguna que reflejaba la luz de la puesta del sol; era una laguna verdadera, enorme; llena de patos y peces que chapoteaban, junto con árboles alrededor de ésta rodeada con bastantes vendedores de cocos. Abrí con atención los ojos para contemplar la escena mientras seguíamos adelante.
Habíamos pasado ya la ciudad, cada vez habia puestos más humildes y las zonas cada vez mas desalojadas, repletas de sanos campos verdes, brillantes ante el sol como esmeraldas, inmensos casi infinitos; se podía apreciar la obra maestra de Dios, lo bello de la naturaleza y lo simple que puede ser la belleza cuando capturada por ojos inocentes y humildes de un niño. Pasamos por varios criaderos de Ganado, pollos, cerdos, caballos etc. Después se haber pasado por los criaderos seguimos adelante hacia varios campos de naranjos, que seguían de las verdes sandías protegidas celosamente de los rayos solares con enormes carpas blancas que volaban al viento. En ese momento sentí la sensación de cuando un niño se maravilla al apreciar algo que está fuera de su comprensión. Era obvio que ya no estábamos en Nogales y todavía faltaba camino por recorrer.
Antes de llegar a casa de mi abuela pasamos antes por un canal de agua donde según mamá me contaba antes solía bañarse e irse a divertir con sus hermanos. El canal se veía limpio, puro, brillante y azul. Al bajarnos del camión mis padres se encontraban ocupados bajando las maletas mientras yo trataba inquietamente de bajar al canal para tocar el agua que tentativamente me llamaba. ''No Geovana no...!'' fueron las palabras urjidas que salieron de mi madre mientras me jaloneaba del brazo para que no cayera al agua mientras Papá lanzaba las maletas para auxiliar a mi agitada madre después de mi susodicha ocurrencia. Caminé castigada todo el camino a casa de mi abuela. El camino parecía infinito, de tierra; con casas humildes alrededor de éste. Casas pintadas de todos colores posibles, la mayoría chillones; moradas, rosas, naranjas, azules y verdes; todas eran pequeñas y todas disponían de árboles para alimentación como para sombra; ya que en ese viejo campo ''60'' el calor infernal era más intenso allí que en cualquier otra parte de Obregón. Le tenía un miedo terrible a las gallinas que aparecían de vez en cuando en nuestro camino. Papá les aventaba con piedras, mientras yo reía ya que le perseguían y le picoteaban mientras el corría cómicamente.
Al fin llegamos a casa de mi abuela; la casa más grande de todas con un cerco enorme y se podía distinguir a lo lejos porque en la parte de atrás de la casa en la última pared para salir al jardín había una pintura muy elaborada de de la Virgen de Guadalupe, obra artística de un tío mío con una habilidad impresionante para pintar. La casa era de color melón, junto con algún tipo de verde bosquejo en los techos y en las orillas de las ventanas, por la parte de enfrente había un porche bien cuidado amplio y limpio mientras en la entrada habia bugambilias enredadas en los cercos a todo color; parecía la entrada hacia otro mundo. Tras los besos y abrazos de mis familiares me dispuse a explorar la casa, tenía pasillos larguísimos más de cinco habitaciones mas la cocinam el comedor y dos salas. Un ejemplar de casa con un olor a familia un aroma a auténtico hogar. Salí corriendo hacia la parte de atrás del Jardín con mi vestidito blanco, emocionada de lo que pudiera encontrar. Lo que ví allí me maravilló por completo, era un jardín con casi todos los alimentos con los que un humano necesitaría para vivir y nada más. Limones a la izquierda, naranjos a la derecha, calabazas anaranjadas y enormes delante de mí, árboles de higos, de moras, de manzanas; cebollas chiles y tomates; todos brillantes y en su punto. Era el jardín del Edén. Mi jardín del Edén. Una maravilla, ese jardín era mi tesoro, el secreto que compartía solamente con el gato de mi abuela, donde solíamos correr ambos todas esas vacaciones en el jardín, donde pasamos las vacaciones, enterrando duraznillos pescando en el canal.
El punto principal de la experiencia que acabo de compartir con ustedes es el de comunicar que las cosas verdaremente bellas y valiosas se encuentran cincuenta por ciento en el fulgor de la naturaleza y otro cincuenta por ciento en el corazón y en los ojos de quien la aprecia, la tan sencilla pero a la vez grandiosa creación del señor Dios. No es necesario ser un niño para señalar la maravilla de la vida, pero si es necesario seguir teniendo la capacidad de; si es que no comprenderla entonces apreciarla.
Con cariño,
Geo
Thursday, May 15, 2008
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